Desde hace mucho tiempo, tanto a nivel militar como civil, los drones estaban en la sociedad, en una convivencia silenciosa y oculta, muy diferente a la actual.
El aeromodelismo siempre ha sido el caldo de cultivo de múltiples innovaciones, ideas ingeniosas , ocurrentes e incluso peligrosas en algunos ámbitos, que todavía a día de hoy, están por descubrirse y por tanto, por explotarse comercialmente.
La industria va a remolque, tratando de satisfacer las necesidades y aceptaciones de la sociedad, que siempre quiere recibir cosas diferentes.
“El progreso de verdad es el que pone la tecnología al alcance de todos” (HenryFord, 1863-1974).
Quizás ahora la sociedad esté preparada para aceptar el mundo de los drones, pero si aplicamos unas restricciones legales desajustadas, generadas por el desconocimiento práctico y el miedo al riesgo, pueden ocurrir varias consecuencias indeseadas.
Una de ellas podría ser que proliferen los desarrolladores “ilegales”, que se enfrentan a una amonestación o sanción administrativa por su necesidad de experimentación.
Otra es que se ralentice el desarrollo tecnológico en esta actividad.
Obviamente, el campo militar no tiene estas limitaciones, aunque se pierden las valiosas aportaciones civiles en desarrollos e ideas conceptuales.
Tras los primeros intentos de legislar y poner orden en este ámbito de los drones, en los últimos años las administraciones impusieron unas restricciones que, curiosamente, no se supieron ni pudieron aplicarse.
Esto fue el primer freno para mucha gente que se encontraba en esta línea de trabajo.
Cuando se hizo una segunda lectura y se analizó la baja peligrosidad de la actividad, se plasmaron unos débiles cambios en la normativa nacional.
Aparecían así los primeros permisos de vuelo en entornos calificados como peligrosos o restringidos, también en espacio aéreo compartido, dando un aire de esperanza al sector.
Pero no duró mucho.
Ya acecha una nueva normativa europea para primeros del 2021. Normativa que, a mas de una empresa está poniendo en alerta por la cantidad de dificultades a la hora de gestionar la formación de los pilotos.
Además, aparecen categorías nuevas, generando indecisión de continuidad de los que han dejado su dinero en formación para poder desarrollarse profesionalmente.
Es curioso que, hasta ahora, se creía ver en los pequeños aviones de radiocontrol un mero entretenimiento inocente y actualmente se redactan leyes limitantes, dando la sensación de que importa más recaudar dinero con criterios y decisiones posiblemente innecesarias.
El desconocimiento a pie de campo de la realidad de uso profesional, se refleja en algunos argumentos plasmados en múltiples informes, que se parecen más a una novela imprecisa que un principiante olvidara en un cajón. ¿cuántos accidentes materiales a terceros se han producido en los últimos años?¿cuantos daños personales?.
No creo que, a día de hoy, los operadores lo estén haciendo mal.
El material es muy caro e implica fuertes inversiones, su línea de negocio está en juego a pesar de su profesionalidad y seguridad que están más que demostradas.
Aún así, la inventiva sobre el vuelo es más que un interés, es un estilo de vida para muchos de los que dan todo por esta actividad y será la llama que mantendrá el avance tecnológico y social muy por delante de toda legislación